Es un vino que nace de esos tantos movimientos.
Besos, palabras, abrazos, pájaros, sillas, árboles, colores, animales, ademanes, amores, destinos; el sol, la luna y los planetas; el agua, el fuego, los sueños, las esperas, el frío. Cuadros, estatuas, edificios, barcos y así podríamos seguir nombrando elementos que, como nosotros, están en permanente movimiento. Algunos parecen inmóviles pero un orden universal se encarga de las apariencias.
Migrante es un vino que nace de esos tantos movimientos. Pertenece a los sueños, las ansiedades, las pausas y la fuerza. Porque como dice esa canción “si quieres que algo deje de existir déjalo quieto”.
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